"Tras miles de años dormido,
trompetas que llaman al despertar.
Estridentes metales
que pronto se mezclan fuera
con un clamor sordo de gentes alborozadas.
Y entre el tumulto,
poco a poco voy percibiendo otras voces
a mi alrededor, más próximas y apagadas.
A mis lados, arriba y abajo...
gritos de alarma, sollozos...
golpes y patadas contra tablas.
Y yo, que también quiero incorporarme
a la muchedumbre, no lo consigo...
En la oscuridad, mi espacio
mortal es angosto. El aire apesta...
Intento levantarme y no puedo.
Y mis dedos se van quedando sin uñas
entre jirones sangrientos de seda y gasas.
Lamentos y maldiciones cerca de mi
que no cesan...
Fuera, un toque. Todos callan...
Una voz cristalina dice algo que no entiendo.
La voz sube de tono y el griterío estalla.
Rompen de nuevo las trompetas
con sones de marcha.
El gentío se aleja cantando aleluyas.
Las voces se apagan...
Y yo, crispadas las manos como garras,
lanzo al fin un alarido infinito
en coro de otros que, ahogados,
arriba, abajo, a los lados
y a mis espaldas claman.
Tras horas, se van quebrando las gargantas.
Al costado, unos débiles gemidos
de alguien que llama a un ser querido
sin esperanza.
Luego, suspiros...
Silencios suspensivos...
Silencio final.
Y después, ya nada..."
viernes, 23 de octubre de 2009
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